lunes, 22 de agosto de 2011

DOS HERMANOS HUÉRFANOS, Rubén Muñiz Suárez, 3º de Primaria B


Érase una vez dos hermanos llamados Ana y Jorge. eran muy felices. Iban al colegio, estaban con sus padres todos los días, viajaban mucho...Eran unos niños fantásticos.
Su madre era una chica joven, alegre y divertida. Todos los días, les dedicaba sus mejores momentos.
Ana era una niña traviesa pero muy cariñosa, alegre, de pelo castaño y una sonrisa increíble.
Jorge era un niño tímido que le gustaba mucho el deporte y al que su madre siempre acompañaba.
Su padre, que se llamaba Juan, era un padre al que siempre le gustaba estar con su familia, para poder disfrutarlos día a día.
A estos niños, un día, les cambió la suerte porque a su madre le detectaron una enfermedad por la cual ya no podía dedicarles tanto tiempo, ni viajar, etc.
A Ana y a Jorge les invadió la tristeza. Su padre tuvo que dedicarles más tiempo y explicarles que pronto su mamá viajaría pero no regresaría más.
Después, día a día, se hicieron mayores. entendieron que su madre tuviera que partir pero les quedaba un padre maravilloso y una abuela extraordinaria que les ayudaron a volver a sonreír.

jueves, 11 de agosto de 2011

INSOMNIO, Carla Soto, 3º Premio 2º ciclo ESO



Sólo quedan doce horas. Estoy nervioso, no, no, nervioso no, mucho más que eso; creo que no podré soportar esta tensión mucho más tiempo. Mañana será un día decisivo en mi vida.
No me puedo permitir un solo fallo, tendré que estar a la altura, cada paso, cada movimiento, pueden ser cruciales en mi vida.
Tengo que tranquilizarme, aún falta para la gran hora, debería descansar, cuando llegue el momento, tendré que estar con mis facultades al cien por cien.
No hay forma, han pasado tres horas y no puedo dejar de pensar en ello; lo que haga en esos cuarenta minutos no sólo será importante para mí, sino también para mi familia. Me estarán apoyando y animando desde las gradas viendo como yo, nervioso, intentando no pensar en otra cosa que no sea el partido, doy lo mejor de mí.
De todas formas, debería relajarme.
Sólo falta media hora. Pedo sentir la tensión en el aire, oigo los cánticos de las dos aficiones, me imagino el estado de los jugadores; posiblemente, el momento más importante del año para todos nosotros.
¡Todos nos jugamos tanto! Y, sin embargo, yo soy el único imprescindible, sin mí, nada de esto podría ocurrir, sin mí, el partido no podría ser jugado.
Yo soy la estrella, soy el balón.

LA CASA RURAL, Sergio Rodríguez Vázquez, 2º Premio, 2º ciclo ESO


Todo empezó con una absurda y fatídica decisión.
-Qué bien nos lo vamos a pasar el “finde” en la casa rural, alejados de la civilización, apartados de todo –dijo Marta.
-No sé si es buena idea –contestó Pedro.
-Venga, date prisa, tenemos que aprovechar el día. Además, seguro que encontramos la casa en un santiamén.
Doce horas después, la encontraron. Era de noche y Pedro estaba muy cabreado.
-¡Doce horas! ¡Doce horas hemos tardado! ¡Esto no aparece ni en el GPS!
-Mejor, así no nos molestará nadie. ¿Llegarían ya Maite y Carlos?
Una vez en la casa, Pedro empezó a descubrir el horror...
-Esto es un infierno, no hai cobertura, ni Internet; no se puede ver la tele... ¿Por qué no volvemos para nuestra casa?
-Venga, deja de quejarte. Si es preciosa, en plena naturaleza –dijo Marta.
-¡Pero, si no podemos salir con el frío que hace! ¡No podemos hacer nada, nada!
En ese momento, se abrió la puerta y aparecieron Maite y Carlos. Traían un monton de juegos de mesa, la mayoría aburridos y complejos de entender.
-¡Anda que no, nos esperan horas de diversión! –dijo Carlos, frotándose las manos.
Tras varias horas de Trivial, la cabeza de Pedro empezó a perturbarse: ¡Uf!, te queiren volver loco, tienes que escapar –pensó.
-¡Estooo..., chicos...!, voy un momento al baño. Llevamos cinco horas jugando y tengo que estirar las piernas –dijo Pedro, buscando una escusa para irse de la habitación.
Corrió por el pasillo hasta el baño como un paranoico, cerró la puerta con el cerrojo y, por fin, respiró aliviado.
-Me quedaré aquí en el baño, no me molestarán –dijo para sí.
En esto, llaman a la puerta: toc, toc...
-¿Si? –preguntó.
-Pedro..., cari..., abre la puerta, tenemos un montón de juegos para ti...
-Lo siento, me ha sentado mal la cena, y va para rato... Id jugando sin mí.
-Vale...
Pero, de repente, un hacha atravesó la puerta. Pedro, asustado, se metió en el conducto de ventilación del baño, que por supuesto no olía muy bien, y llegó al sótano. Pensó que allí estaría a salvo. Se equivocaba. De reojo, vio tres sombras y, al darse cuenta de lo que eran, se puso a gritar. Ante el tenía tres cadáveres. De cada uno de ellos, colgaba un cartel:
-1º cadáver: “Muerto de asco en el puente del Pilar”.
-2º cadáver: “Muerto de asco en Semana Santa”.
-3º cadáver: “Muerto de asco en el puente de la Constitución”.
Pedro salió corriendo hacia el coche, pero ante él, cortándole el paso, estaban Marta, Maite y Carlos, con los brazos estirados, con aspecto de estar poseídos por fuerzas infernales.
-No puedes escaparte... No puedes huir... –le decían con voz de ultratumba.
Pedro, como pudo, llegó a la carretera, pero ¿se cabaría ahí su tormento? Por suerte, allí estaba su salvación: un autobús!, un autobús que se dirigía a Vigo! Pedro subió precipitadamente las escaleras y le dijo desesperado al chófer:
-¡Por favor, sáqueme de aquí, lléveme a Vigo lo antes posible!
-¡Dios!, parece usted salido del infierno. Por supuesto, este autobús se dirige a Vigo, lastima que sea un autobús del Inserso, lleno de viejos. Van a ser las tres horas más largas de su vida -dijo, riéndose, el chófer.
Y todos los viejos empezaron a cantar, mientras el autobús se alejaba lentamente del lugar.

MI GRAN SUEÑO, Laura Pérez. 1º premio 2º ciclo ESO



Cada vez que pasaba por allí, mis ojos brillaban de una manera extraña. Aquel era el sitio con el que tantas veces había soñado: La Escuela de Danza Jensen.
Bueno, supongo que mi mala suerte había sido nacer en una familia de ganaderos, mis padres no se podían permitir el lujo de matricularme en esa escuela y además, necesitaban mi ayuda para cuidar del ganado. A pesar de todo, mi gran pasión era la danza y no quería pasar el resto de mi vida cuidando animales. Todos los días le rogaba a mi padre que me dejara trabajar para poder pagarme la matrícula; le aseguraba que no descuidaría mis estudios y mucho menos mis tareas en el cuidado de animales, pero su respuesta siempre era un no rotundo.
Al cabo de un tiempo tomé una decisión: me pondría a trabajar sin que nadie se enterase. Pasaron dos meses de mucho trabajo y cuando conseguí recaudar el dinero necesario para el primer semestre de curso, surgió el primer problema. Si dejaba de trabajar para empezar las clases, no conseguiría recaudar el dinero suficiente para el segundo semestre; pero si empezaba las clases y seguía trabajando, mis padres empezarían a sospechar. No me quedaba otro remedio, tenía que decírselo a mis padres. Mi madre se lo tomó bastante bien pero mi padre se enfadó muchísimo. Me prohibió seguir trabajando, me quitó el dinero de la matrícula y me castigó dos semanas sin poder salir de casa, sólo para ir al colegio.
Llena de rabia, me encerré en mi cuarto y comencé a llorar. No me lo podía creer. Mi sueño hecho pedazos. ¿Por qué mi padre no podía entenderlo? La danza era mi pasión, mi gran sueño.
Estuve días y hasta semanas sin hablar y deambulaba por la casa como un fantasma. Mis padres se dieron cuenta e intentaron animarme, pero ya no les hacía caso y lo único que respondía era:
- QQuiero ir a la Escuela de Danza.
Un día, al volver del colegio, encontré a mi madre en mi habitación. Con un gesto, me indicó que me sentara. Me dijo que habían tenido mucha suerte. Habían vendido dos vacas a muy buen precio y, en principio, pensaban restaurar los establos. Pero se lo habían pensado mejor y decidieron matricularme en la Escuela Jensen. No me lo podía creer. Empecé a saltar, a gritar y a bailar. Abracé a mi madre con todas mis fuerzas y le di las gracias llorando, pero esta vez de alegría.
Con esto aprendí que no se puede renunciar a los sueños y por mucho que lo veas todo negro, no tienes que rendirte porque la lucha siempre tiene su recompensa.

SORRIR, Sara Barra Vicente, 3º premio 1º ciclo ESO



Se cres que ser extraordinario é xenial, non sabes o equivocado que estás. Cando pensas que non es como os demais e que nunca poderás ser coma eles, é cando de verdade te dás conta de que non é tan guay ser diferente.

Se che digo a verdade, eu era unha rapaza normal que ía ao colexio, tiña os meus amigos e tiña os meus segredos, pero cheguei a decatarme de que non só tiña os meus, podía atinxir tamén todos os segredos da xente. Podía, só con tocala, saber o seu pasado, os seus medos; podía, só con mirala, facer que me dixesen toda a súa verdade, e iso parecíame guay, pero co tempo souben que non era así. Non podía compartir todo aquilo con ninguén, porque poderían sospeitar e, non só debía ocultar os meus propios segredos, tiña que ocultar tamén os do resto do mundo. Temía tocar a alguén por se acaso vía cousas que me puidesen causar dano. Xa non podía abrazar os meus amigos, nin a miña familia, e por moito que o desexase non lles podía dar un bico, e sabía que tampouco lles podía amosar todos os días o moito que os quería.
A primera vez que souben da miña extraordinaria facultade foi hai tempo, cando estaba coa miña anterior mellor amiga:
Estabamos as dúas sentadas sobre un banco, preto da miña casa. Estabamos falando de rapaces, que era, máis ou menos, un dos nosos temas favoritos. Cando eu estaba a falar de Pablo, do ben que estaba con el e de canto nos queriamos, ela fixo unha broma absurda e, mentres ría, agarrei a súa man e comezaron a pasar imaxes polos meus ollos, imaxes que nunca esquecerei, imaxes nas que aparecía Jenny e Pablo bicándose e amosando o agarimo que compartían. Eu parei de rir e marchei. Ela correu tras de min, pero eu fun máis rápida.
Eviteina ata o luns no colexio. Ese mesmo día cortei con Pablo, póndolle fin a todo o que de verdade me importaba. Deixei todo polo que un día loitei, e agora estaba totalmente soa. Non tiña a ninguén máis, pero tanto me tiña, prefería estar soa que coa xente que me facía dano. Sentíame rara, non sabía o que me pasaba. Xa non me concentraba nas clases, estaba perdida pensando no sucedido.
A titora non demorou en chamarme. Eu pensei que me ía rifar por estar nos biosbardos, pero non foi así:
-Creo que sei o que che pasa –dixo ela con xesto comprensivo.
-A que te refires?
-Á causa da túa preocupación.
-Equivócaste, eu non estou preocupada.
-Eu sei polo que estás a pasar –respostou ela.
-E como o sabes?
-Moitos nenos coma ti pasaron por aquí.
-Pensei que sería a única.
-Hai moitos coma ti; ben, completamente iguais non, pero todos posúen ese mesmo don.
-Como o soubeches?
-Porque sei como é isto, e sei que ti es especial; seino dende sempre, e ademais sabíao dende moito antes ca ti. Pero sobre isto falaremos máis adiante.
Hai uns días atopei unha nota ao lado do meu estoxo que, cunha letra moi rara, puña “Sorrir”. Sorprendeume que alguén me deixase unha nota deste tipo, xa que, naquela altura, non lle caía ben a ninguén.
Aos poucos días de recibir aquela nota, chegou un rapaz novo. Era un rapaz especial, e aínda que non o coñecía, sentía que o botara de menos. Foi unha sensación moi estraña. O rapaz, moi seguro de si mesmo, fixo a súa presentación perante a clase, non se lle notaba nada nervioso.
Dixo que viña de Londres e que se chamaba Dann; que lle gustaban as matemáticas e pouco máis. Non puxen moita atención, porque estaba aparvada polo guapo que era. Era perfecto! Tiña o pelo crecho e os ollos verde esmeralda; era alto e co sorriso máis fermoso que vira xamais. Chamoume a atención a súa camisola na que se podía ler: “Sorrir”.
Esta coincidencia deixoume paralizada un intre. O profe deulle a benvida e indicoulle o seu sitio. Eu non sei como, pero tiven a maior sorte do mundo: o lugar que ocupou Dann estaba xusto á miña beira. Miroume e dedicoume un dos seus preciosos sorrisos e eu dediqueille outro. Estabamos na clase de historia e o profe xa levaba tempo explicando cando, de súpeto, escoitei un ruído á miña dereita:
-Chssst, chssst! Volvinme e vin que o rapaz novo, Dann, estábame a chamar.
Mirei para el.
-Como te chamas? –preguntoume murmurando.
-Eu? –dixen, mirando para os lados, comprobando que de verdade mo dicía a min.
-Eu chámome Elisabeth.
-Que nome máis fermoso, Elisabeth…, gústame.
Eu sorrín e volvín mirar para a pizarra, aínda que non deixaba de pensar no rapaz tan guapo que tiña ao meu lado.
Ao pouco, alguén chamaba outra vez. Desta, só vin unha nota no chan na que puña o mesmo de sempre: “Sorrir”. Collina, observeina e dinme conta de que estaba ateigada de pequenas letras por toda a folla, pero non se podía ler claramente o que puñan, entón decidín deixala onde a atopara.
Saín da clase camiño da miña casa, alguén chamaba outra vez. Dann viña correndo cara a min cunha nota na man.
-Oe, caeuche isto da mochila –díxome termando da nota.
-Moitas grazas, pero non é miña.
-Acábache de caer agora mesmo, toma.
Collina por non relear, porque non me apetecía estar alí máis tempo.
Así foi durante un par de semanas. De vagar, ía coñecendo máis a Dann, e as notas seguían aparecendo...
Cando xuntei forza abonda, fun onda a profesora para que mo explicara todo. Amoseille a nota e ela díxome que necesitaba tempo para descifrar o que puña.
Unhas semanas máis tarde, chamoume, pois xa lle atopara unha explicación.
-Nótase, Elisabeth, que de certo hai alguén que te quere.
-Por que o dis?
-Porque a nota di: “Quérote, e por moito que a xente che faga dano, eu sempre estarei aí, e sei que ti non sabes quen son, pero eu asegúroche que o acabarás sabendo, e non deixarei que ninguén che volva facer dano, e por favor: sorrí.
Non sabía quen era. Descubrino a medida que pasou o tempo. Sabía que o de Dann non fora só unha coincidencia, e el foi quen mo contou.
Contoume que era coma min, e que había moitas persoas coma nós, e que unha desas persoas me fixera esquecer a razón pola que me enviaran aquí. Ao final, a miña vida non era como eu a imaxinaba, pero tiña unha persoa que me quería moito e atopara uns amigos que me apoiaban en todo.
O que me gusta de Dann, amais de que me transporta ao mundo dos soños, é que me fai sorrir.