Era el primer día de entrenamiento de Pedro. Su padre lo había inscrito en ese club de fútbol del que todos hablaban bien. Cuando se subió al coche de su padre todo parecía tranquilo, hasta que sin darse cuenta empezó a dar golpecitos contra el cristal nervioso. Y así, entre golpecito y golpecito, llegó a las instalaciones. Por fuera parecía un castillo medieval de los de la Edad Media y por dentro… la verdad es que Pedro no podía describirlo. En ese momento le entraron ganas de salir corriendo, pero era demasiado tarde, delante ya tenía al entrenador, que parecía un sargento enfadado.
-Eh, tú -le dijo – coge un balón.
Inmediatamente, cogió un balón e intentó copiar las piruetas que hacían los demás jugadores, pero todo le salía mal y encima los demás se tronchaban de risa.
Pero la cosa empeoró cuando empezaron a tirar penaltis. Las piernas le pesaban como plomos y notaba las miradas de los jugadores que se le clavaban como cuchillos en la espalda, tiró al tuntún y se cayó de culo. Después de eso el entrenador se le acercó y le dijo con una voz fría como el hielo “Lo siento, no estás hecho para el fútbol”. En ese momento, Pedro deseó no haber estado nunca allí. Y salió corriendo.
LAURA 5/11/08