Érase una vez, en un país muy lejano un rey que quería tener una planta, la más hermosa del mundo. Una madre llevó un tulipán; otra madre llevó una margarita; un padre llevó una rosa y así, mucha gente.
Una niña que acompañaba a su madre le preguntó:
-Mamá, ¿puedo yo también llevar una flor al rey?
Le dijo que sí y entonces, al día siguiente, le preguntó a su abuela:
-Abuela, ¿Qué flor puedo llevarle al rey?
-Puedes llevarle una camelia.
-Gracias abuela, muchas gracias.
La niña se presentó en palacio y le dio la camelia. Cuando el rey vio la camelia dijo:
-¡Es preciosa! Has ganado niña, enhorabuena.
Y desde entonces todos los días iba a visitar al rey muy contenta.