Era sábado por la mañana y tocaba la excursión familiar y Laura no se quería levantar porque odiaba las excursiones familiares.
Ella era la más pequeña de todos los primos y por eso le tiraban de las coletas, le gastaban bromas pesadas y se metían con ella.
Hoy tocaba subir a la cima del monte del pueblo. Laura como era la mas pequeña se cansaba y le dolían los pies, pero ella no se quejaba para que sus primos no se rieran.
Al llegar a la cima su madre sacó la comida. Había tortilla de patatas, croquetas, empanada de carne, ensaladilla y como tenía muchísima hambre todo le sabía riquísimo. Y de postre la famosa tarta de la tía Marisa que ninguno sabía la receta pero estaba de rechupete.
Ella comprendió que las excursiones familiares no eran aburridas.
Los primos y ella hicieron las paces y jugaron mucho al aire libre.
Llegó la hora de irse y Laura no quería, pues desde allí se miraban las casas pequeñas, el mar y Laura se sentía como una gigante y no como la prima pequeña de la familia. Cuando llegaron a casa, Laura estaba muy cansada y enseguida se fue a la cama pensando que su familia era estupenda.