Lucía era una niña de diez años. Tenía una hermana de siete que se llamaba Elena y un hermano de dos años que se llamaba Eduardo.
Sus padres trabajaban mucho y a veces, Lucía tenía que cuidar de sus hermanos.
Eduardo era muy desobediente y no le hacía mucho caso. En ocasiones, cuando se ponía a llorar, Lucía no sabía qué le pasaba.
Un día sus padres tuvieron que ir a trabajar. A Lucía le gustaba mucho leer y cuando sus hermanos se acostaron, se quedó leyendo un nuevo libro que le habían regalado sus abuelos.
De repente, Eduardo se puso a llorar. Cuando Lucía fue a ver que le pasaba, vio que su hermano se había caído de la cama y tenía una herida muy grande en la frente. No sabía que hacer, estaba muy asustada y despertó a Elena para contarle lo que había pasado. Entonces, entre las dos se les ocurrió la idea de pedir ayuda a los vecinos y le llevaron al hospital.
Lucía se sentía muy mal y cuando llegaron sus padres, les contó lo que había pasado. Ellos le dijeron que estuviera tranquila y no se preocupara porque no tenía la culpa. Ella seguía muy preocupada por si su hermano ya no la quería. A la mañana siguiente, cuando Eduardo despertó, llamó a Lucía y le dio un abrazo muy fuerte.
Lucía ya estaba tranquila y feliz porque se dio cuenta de que su hermano la seguía queriendo igual que antes.
FIN