viernes, 5 de agosto de 2011

LA VACA CON MANCHAS ROSAS, Rocío Guevara Costas, 4ºde primaria B



Había una vez un pueblo situado en lo alto de la montaña. Las gentes del pueblo se dedicaban a la ganadería y el que menos animales tenía, reunía al menos cincuenta. Cada mañana, con la llegada de la primavera, llevaban a sus vacas a los verdes pastos y por la noche, regresaban a sus granjas.
Tomás era uno de esos ganaderos y poseía cincuenta y dos vacas, veinte ovejas, un burro y un perro guardián. Tenía vacas blancas con manchas negras, marrones claritas, dos totalmente negras y una blanca como la nieve. Todas eran hermosas y grandes menos una que, además de su color blanco, tenía un aspecto enfermizo. Los granjeros la observaron durante días y vieron que no comía hierba. Decidieron dejarla suelta por la noche en la granja. Clara, que así empezaron a llamar a la pobre vaca, comenzó a engordar al mismo tiempo que aparecían en su enorme cuerpo un centenar de manchas rosas.
Sus dueños empezaron a tranquilizarse al ver que ganaba peso, pero estaban muy preocupados por su color, hasta que una noche vieron como Clara se comía todas las rosas de los rosales de la vecina.
Esta no se enfadó al enterarse ya que dijo que sólo se comía las rosas pochas. Le hacía un gran favor a su jardín estando siempre muy florido.
Clara se volvió la gran atracción del pueblo ya que era visitada por todos los niños y vecinos de otros pueblos. Le traían como premio las rosas más bonitas de su jardín, convirtiéndose en la primera vaca con manchas rosas más feliz de todo el continente.