Todo empezó con una absurda y fatídica decisión.
-Qué bien nos lo vamos a pasar el “finde” en la casa rural, alejados de la civilización, apartados de todo –dijo Marta.
-No sé si es buena idea –contestó Pedro.
-Venga, date prisa, tenemos que aprovechar el día. Además, seguro que encontramos la casa en un santiamén.
Doce horas después, la encontraron. Era de noche y Pedro estaba muy cabreado.
-¡Doce horas! ¡Doce horas hemos tardado! ¡Esto no aparece ni en el GPS!
-Mejor, así no nos molestará nadie. ¿Llegarían ya Maite y Carlos?
Una vez en la casa, Pedro empezó a descubrir el horror...
-Esto es un infierno, no hai cobertura, ni Internet; no se puede ver la tele... ¿Por qué no volvemos para nuestra casa?
-Venga, deja de quejarte. Si es preciosa, en plena naturaleza –dijo Marta.
-¡Pero, si no podemos salir con el frío que hace! ¡No podemos hacer nada, nada!
En ese momento, se abrió la puerta y aparecieron Maite y Carlos. Traían un monton de juegos de mesa, la mayoría aburridos y complejos de entender.
-¡Anda que no, nos esperan horas de diversión! –dijo Carlos, frotándose las manos.
Tras varias horas de Trivial, la cabeza de Pedro empezó a perturbarse: ¡Uf!, te queiren volver loco, tienes que escapar –pensó.
-¡Estooo..., chicos...!, voy un momento al baño. Llevamos cinco horas jugando y tengo que estirar las piernas –dijo Pedro, buscando una escusa para irse de la habitación.
Corrió por el pasillo hasta el baño como un paranoico, cerró la puerta con el cerrojo y, por fin, respiró aliviado.
-Me quedaré aquí en el baño, no me molestarán –dijo para sí.
En esto, llaman a la puerta: toc, toc...
-¿Si? –preguntó.
-Pedro..., cari..., abre la puerta, tenemos un montón de juegos para ti...
-Lo siento, me ha sentado mal la cena, y va para rato... Id jugando sin mí.
-Vale...
Pero, de repente, un hacha atravesó la puerta. Pedro, asustado, se metió en el conducto de ventilación del baño, que por supuesto no olía muy bien, y llegó al sótano. Pensó que allí estaría a salvo. Se equivocaba. De reojo, vio tres sombras y, al darse cuenta de lo que eran, se puso a gritar. Ante el tenía tres cadáveres. De cada uno de ellos, colgaba un cartel:
-1º cadáver: “Muerto de asco en el puente del Pilar”.
-2º cadáver: “Muerto de asco en Semana Santa”.
-3º cadáver: “Muerto de asco en el puente de la Constitución”.
Pedro salió corriendo hacia el coche, pero ante él, cortándole el paso, estaban Marta, Maite y Carlos, con los brazos estirados, con aspecto de estar poseídos por fuerzas infernales.
-No puedes escaparte... No puedes huir... –le decían con voz de ultratumba.
Pedro, como pudo, llegó a la carretera, pero ¿se cabaría ahí su tormento? Por suerte, allí estaba su salvación: un autobús!, un autobús que se dirigía a Vigo! Pedro subió precipitadamente las escaleras y le dijo desesperado al chófer:
-¡Por favor, sáqueme de aquí, lléveme a Vigo lo antes posible!
-¡Dios!, parece usted salido del infierno. Por supuesto, este autobús se dirige a Vigo, lastima que sea un autobús del Inserso, lleno de viejos. Van a ser las tres horas más largas de su vida -dijo, riéndose, el chófer.
Y todos los viejos empezaron a cantar, mientras el autobús se alejaba lentamente del lugar.