Todo comenzó con una simple mirada. Ella alzó la vista y lo encontró sonriendo. Posiblemente esa sonrisa fue la culpable de que llevara varios minutos observándolo. Algo extraño le ocurría a su estómago, pero prefirió no hacerle caso, sabía que las cosas se complicaban con los sentimientos, así que se fue.
Pasó el verano. Tres meses llenos de buenos y malos momentos, y pronto regresó el otoño. Era 21 de septiembre, primer día de colegio. Estaba muy emocionada, comenzaba una nueva etapa en su vida; tenía los miedos e inseguridades típicos de la edad.
Entró en clase y observó a sus compañeros. No parecían ser los mismos de siempre, algo había cambiado en sus caras, pero le gustaba. Lo último que se imaginaba era que justo en la fila de al lado se sentara él. Él, que tantos sueños había invadido ese último verano. No tardaron en hacerse amigos, parecían tener muchas cosas en común.
La noche de fin de año coincidía con luna llena, la más hermosa desde hacía mucho tiempo. Ella miró a lo alto y susurró al viento su deseo. Alguien debió escucharla porque su sueño se cumplió.
Una noche, los hilos del destino quisieron que él sellara su corazón con un beso; un beso que inundó su alma de un sentimiento que para ella jamás había tenido cabida.
Ese sueño se acabó y después sólo hubo lugar para la soledad y la tristeza. Los días parecían siglos y el teléfono ya no sonaba por las noches para pronunciar palabras bonitas; ya nadie le decía “buenas noches, princesa”.
Llegó el 8 de mayo. Comenzaba una de las mayores aventuras para ella. Se enfrentaba a un viaje que le regaló experiencias inolvidables, donde reforzó el cariño por su primer amor y donde descubrió nuevas amistades.
Pasaron meses de confusión. Las vidas de los enamorados se distanciaron. Era como si nadie tuviera las cosas demasiado claras, pero ella siempre lo supo. Él era y sería siempre quien la guiase en el largo camino hacia la felicidad.
20 de junio. Las clases acababan, felicidad por la llegada del verano, ganas de salir, divertirse, vivir..., pero ella se dio cuenta de que sólo quería una cosa, él, y de que sólo él era su forma de vivir.
Disfrutaron de momentos inolvidables y ella se sintió totalmente viva por primera vez, pero las cosas se complicaron y vinieron tiempos difíciles; esto provocó el final del cuento.
Ella sigue luchando porque cree que puede volver a revivir esos momentos, y es que, al fin y al cabo, siempre hay un mañana esperando para quien lucha por sus sueños.